La gamificación y los dividendos digitales en la empresa

La gamificación y los dividendos digitales en la empresa

Últimamente se está hablando más que nunca de los “dividendos digitales” o “plusvalías digitales” en las empresas. No es un término totalmente nuevo, de hecho el Banco Mundial ya hablaba de ellos en 2016. Pero la actual crisis del covid19 que ha puesto el turbo a la transformación digital en todo el planeta ha vuelto a poner en las agendas este concepto. Incluso El País se hace eco de los dividendos o plusvalías digitales. Y aunque no lo parezca a simple vista, el término tiene muchísimo que ver con la gamificación.

¿Qué son los dividendos o las plusvalías digitales?

Vamos a empezar por lo básico, sí.

Los dividendos digitales nos obligan a hacernos la siguiente pregunta: ¿Cómo repartimos los beneficios de la transformación digital? La digitalización, en última instancia, siempre conlleva un aumento de los beneficios para la organización. Ya sea porque abaratemos costes o ahorremos tiempo, ese aumento de la eficiencia se traslada en un beneficio económico. Ahora bien, ¿quién se queda ese beneficio económico?

Lo habitual es pensar que se los queda el dueño de la empresa. O los inversores. O la cúpula directiva. Es decir, lo habitual es pensar que los últimos que van a percibir ese beneficio son los empleados. De hecho, tenemos esa concepción capitalista tan aceptada que nos cuesta ver que se trata de un error. Porque si el empleado no percibe ninguna ventaja por adaptarse a la digitalización, no lo va a hacer. O incluso se puede revelar en contra de ella como ya ocurrió en 1811 en plena revolución industrial.

La transformación digital no solo se trata de transformar los procesos. También se trata de transformar a las personas y transformar sus hábitos. Muchas empresas creen que el único reto es adaptar toda la infraestructura empresarial a un entorno digital, pero se equivocan. Esto es solo el principio. El verdadero reto es conseguir que tus empleados se adapten a su nueva realidad. La digitalización sin la cooperación de tu plantilla se queda en un juguete caro. ¿Y qué beneficios obtienen ellos a cambio de esta digitalización? ¿Cuáles son sus dividendos digitales?

Lo importante aquí es que estos beneficios no tienen por qué ser puramente económicos. (¡Qué ojo! ¡Podrían serlo!). Como bien indica Enrique Dans, el teletrabajo puede ahorrarle costes a la empresa, y al mismo tiempo facilitar la conciliación laboral de los empleados. Ese es un buen dividendo digital. Pero Dans va todavía más lejos: “¿Esperas de verdad que los actores implicados en un proceso de transformación digital, a los que les pides como mínimo que venzan su resistencia al cambio, lo acometan de manera entusiasta si los únicos beneficios se reflejan en la cotización de la acción (y no son accionistas) o en el bonus de los directivos?”

Porque sí, existen formas de digitalizar y que no solo no repercuta positivamente en la plantilla, sino que repercuta negativamente. El mismo ejemplo del teletrabajo nos sirve para esos jefes que aprovechan esa situación para tener a los empleados a su disposición las 24 horas de los días laborales.


La gamificación y los dividendos digitales

Gamificación octalysis castellano
Concept Art de Learning Park

Y ahora ya nos metemos de lleno en el tema que quería abordar: la gamificación y los dividendos digitales.

Para los que no lo sepan, la gamificación consiste en insertar elementos de juegos en ámbitos no lúdicos (educación, salud… o la empresa, que es el ámbito que nos ocupa ahora) con la intención de aumentar la motivación y la satisfacción en tareas que no son atractivas, o que solemos abandonar rápidamente. ¿Recordáis lo que hacía Mary Poppins al convertir las tareas de la casa en un juego? Pues algo así.

Mi forma de entender la gamificación es como un mecanismo para aumentar la satisfacción, no la diversión. Jugar a la PlayStation no siempre es divertido, puede ser incluso frustrante. Pero es muy satisfactorio, por eso nos gusta jugar. Sé que muchos opinan que la gamificación trata de “sacar al niño que llevamos dentro”, “hacer que las cosas sean divertidas”. No. Se equivocan. La gamificación consiste en motivarnos a través de la satisfacción.

¿Y si ese dividendo digital fuera que estuvieras satisfecho en tu trabajo? ¿Y si ese dividendo digital fuera que terminara la jornada laboral y estuvieras satisfecho con tu vida profesional? Debería ser lo común, pero no lo es. Más del 40% de los empleados españoles no se sienten satisfechos en su puesto de trabajo, y España encabeza el ranking de empleados más desmotivados.  

La digitalización permite añadir gamificación a los procesos de forma más sencilla y económica. Y al hacer que los procesos sean más seductores, estimulantes y satisfactorios, estás mejorando el día a día laboral de tu equipo. Estás dándoles un beneficio que además será mutuo.

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Y es que la gamificación tiene sus propias plusvalías digitales.

preservacion del videojuego gog

En los años que llevo en Prisma me he encontrado con directivos que directamente y sin tapujos me han confesado que quieren gamificar procesos para que la gente quiera hacer horas extra sin cobrar. Esto me parece repugnante. La gamificación, al igual que la transformación digital, debe ser una acción win-win donde todas las partes se vean beneficiadas. Si las ventajas que tiene para la empresa no conlleva ventajas para el usuario puede que los primeros dos o tres días los usuarios se dejen llevar por el juego. Pero en el momento en el que la chispa inicial desaparezca y se descubra el pastel, no solo habrás pedido el tiempo, también habrás perdido la confianza con tus empleados (si es que te quedaba alguna cuando esas ideas te rondan la cabeza).

La gamificación no puede servir para engañar a nadie. Tampoco la transformación digital de tu empresa.


Un ejemplo práctico de gamificación y dividendos digitales

Llevo ya unos 6 años trabajando con gamificación. 4 de ellos con mi propio proyecto empresarial: Prisma. Y siempre recuerdo un ejemplo súper bonito de gamificación y dividendos digitales. No puedo decir el nombre de la empresa, pero se trataba de una fábrica industrial con un gran porcentaje de empleados mayores de 55 años.

Al tratarse de una fábrica industrial, detener la producción salía caro. Demasiado caro. Por lo tanto, las formaciones se hacían a las 4 de la mañana. Para la empresa era más económico pagar horas extra que detener la producción. Llegó un punto donde la situación era insostenible, tanto por el malestar de los asistentes, como por el gran porcentaje de absentismo, como por no hablar de la nula retención del conocimiento haciendo las formaciones a las 4 de la mañana. Había que reinventar esa formación y la opción más sensata era llevarla al online. Pero claro, con una plantilla tan madura (alrededor de los 55 años) había verdadero pánico a que el salto tecnológico les viniera grande.

Y cuando acudieron a nosotros sabíamos que las mecánicas de juego podían jugar a nuestro favor, nunca mejor dicho. Ellos tenían miedo a que el cambio fuera demasiado drástico, pero es que lo hicimos más drástico todavía. No solo digitalizamos la formación, sino que le añadimos capas de juego.

Por un lado, las formaciones pasaron a ser piedras mágicas. Cada curso era una piedra mágica. Esas piedras debían ser rellenadas con sabiduría, es decir, superando los cursos. Y una vez tenías todas las piedras necesarias, podías usarlas para competir contra tus compañeros en minijuegos de preguntas y respuestas relacionadas con los cursos. Todo esto se realizaba desde cualquier teléfono móvil.

Esta tecnología permitió que la empresa ahorrara una enorme cantidad de dinero. Las formaciones presenciales (además divididas en varios grupos) eran caras. Pero es que los empleados estaban más contentos que los directivos.

Por un lado, se les dio el poder de formarse a su ritmo, sin esos madrugones aniquiladores. Y por otro lado se mejoró su experiencia. Formarse pasó de ser una experiencia pesada que querían evitar, a ser un juego donde hasta los empleados de baja jugaron por voluntad propia.

Porque aquí tenemos la clave de que funciona, y es que la parte más lúdica era opcional. Realizar los cursos era obligatorio. La parte competitiva no lo era. Y aun así la participación fue de un 97,7%. Incluso los empleados que estaban de baja jugaron al juego por voluntad propia.

Este es un gran ejemplo de dividendos digitales bien repartidos entre todos los factores. Incluso en un grupo de empleados que a priori puede ser reticente al cambio, pero que gracias a un juego descubrieron las ventajas de la digitalización y una vez descubiertas no quisieron volver atrás. Pero donde el juego fue clave para adentrarse en ese mundo y aceptar el cambio.


Ahora que estamos digitalizando a contrarreloj, como ese alumno que no pega ojo para entregar un trabajo universitario a la mañana siguiente, no olvidemos los dividendos digitales. Incluso dentro del “Sálvese quien pueda” no podemos olvidar al trabajador. Si lo hacemos tendremos pan para hoy y hambre para mañana. Como bien afirma Andrew McAfee, “si la tendencia actual continúa, las personas se levantarán bastante antes de que las máquinas lo hagan”.

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